martes, 24 de marzo de 2009

Archivo 2008: REPRESIÓN DEL ESTADO -Gráficos y comentarios (II)-



El fuerte crecimiento de la implementación de la política represiva ha contado, además, con un expreso aval público por parte de las más altas cabezas gubernamentales en los últimos tiempos. Fue la presidenta en persona quien, indignada, gritó “No puede ser que la policía detiene, detiene y detiene, y la justicia libera, libera y libera”. Desde el célebre “Hay que meter tiros por la espalda” de Carlos Ruckauf, no recordamos un incentivo más explícito para aplicar el gatillo fácil.
Mientras, en voz alta, el gobierno dice que finalmente cumplirá la sentencia del Caso Bulacio, cediendo a la orden de la Corte IDH de eliminar el sistema de facultades policiales para detener personas arbitrariamente, con sordina, pero sistemáticamente, esas mismas facultades se han visto ampliadas y fortalecidas en casi todos los distritos del país, y muy especialmente en la provincia y la ciudad de Buenos Aires. La averiguación de antecedentes y los códigos de faltas, principales herramientas represivas para el control social, gozan de perfecta salud en todo el país. Es tan alevoso el uso indiscriminado por las policías de “prácticas inveteradas” que, sin base normativa alguna, permiten la detención ilegal de menores de edad, que un juez contencioso administrativo de La Plata tuvo que decretar su inconstitucionalidad, y señalar a la policía que sólo puede detener menores de edad que estén sospechados de haber cometido un delito. Parece verdad de Perogrullo, pero es así: un juez tuvo que recordarle a la policía que, para detener un menor de edad, tiene que tener una causa. De inmediato, los abogados de la Provincia de Buenos Aires apelaron, y ya fue suspendido el fallo, que apenas se atrevía a decir que los policías deben cumplir la ley, y no inventar leyes que no existen...

En el ámbito federal, mientras se discute por enésima vez la posibilidad de convertir en penalmente responsables, como si fueran adultos, a chicos de 14 años, la Corte Suprema ordenó que 60 pibes, detenidos sin condena penal en el Instituto San Martín, sigan presos, pues, como dijo la ministra Carmen Argibay, uno de los faros derechohumanistas del actual gobierno, “esos chicos están marcados, dejarlos ir en libertad es ofrecer 60 blancos móviles al gatillo fácil policial”. Vaya con las prioridades de la celebrada jueza, que prefiere tenerlos presos, aunque sean inocentes, “para protegerlos”, al mismo tiempo que reconoció que, en los barrios, los pibes chorros son explotados por la propia policía, que los extermina cuando quieren “abrir la boca”. Otra verdad de Perogrullo, que se completa con la afirmación rotunda, confirmada cada día, de que el aparato represivo estatal, además de explotar al “chiquitaje” delincuencial, es el que dirige, gerencia y protagoniza el crimen organizado en Argentina.
La misma Corte viene sosteniendo que la tortura, no es un crimen de lesa humanidad ni compromete la responsabilidad del estado cuando ocurre en democracia, porque, según la Corte, los gobiernos constitucionales no torturan sistemáticamente. Será cierto, entonces, como dicen las eternas versiones oficiales, que todos los muertos en cárceles y comisarías son depresivos suicidas o repentinos descompensados, y que los miles de presos que, transidos de dolor, denuncian tormentos a diario, sólo son viles individuos que buscan “mejorar su situación procesal autolesionándose”, como les gusta decir a los jueces.




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lunes, 23 de marzo de 2009

Archivo 2008: REPRESIÓN DEL ESTADO -gráficos y estadísticas-

El índice de muertes a manos del aparato represivo del estado ha sido siempre creciente desde que confeccionamos el Archivo (ver
Gráfico nº 1). Se manifiestan en especial las siguientes modalidades:



1- El fusilamiento o gatillo fácil “propiamente dicho”, la mayoría de los casos motivado por la “pinta” de la víctima (joven y pobre) y en ocasiones respecto de quienes son sospechados de haber cometido delitos, aun hechos menores como arrebatos, o que huyen sin poner en riesgo a terceros luego de un delito consumado o tentado. Es evidencia flagrante de que las políticas de mano dura y tolerancia cero, que consisten en la ejecución extrajudicial sumarísima, se aplican cotidianamente, al amparo del consenso social obtenido por las campañas mediáticas para legitimar estos homicidios. Se continúa verificando en algunas zonas –como el conurbano bonaerense o algunas zonas de la Ciudad de Buenos Aires- el accionar de escuadrones de la muerte que ejecutan operaciones de “limpieza social” fusilando metódicamente adolescentes en conflicto real o presunto con el sistema penal;
2- La muerte de personas privadas de su libertad, sea en unidades carcelarias o en comisarías, presentadas oficialmente como inverosímiles suicidios por ahorcamiento o en incendios. Mendoza, Santa Fe, Buenos Aires y Santiago del Estero, se destacan en este “rubro”, que nuevamente ocupa el segundo puesto, secundando al gatillo fácil como modalidad de exterminio sistemático. Muchos de estos casos son, lisa y llanamente, hechos de tortura seguida de muerte;
3- La muerte de transeúntes o terceros provocada por el desprecio por la vida humana por parte de los funcionarios policiales, que priorizan a cualquier precio la captura de un delincuente real o presunto aunque ello implique poner en peligro a personas ajenas al hecho;
4- Los asesinatos en el marco de la protesta social, en marchas, movilizaciones y cortes de ruta, que suman 52 desde 1995.
5- Los asesinatos en el marco de causas fraguadas para “hacer estadística” y exhibir una eficiencia muy lejana a la real; los hechos resultantes de otros delitos cometidos por miembros de las fuerzas de seguridad, y los hechos de corte privado, por discusiones familiares o laborales, que son literalmente “liquidados” por el funcionario público usando su condición de tal.
6- Se reconfirma la constante participación policial en delitos comunes, vendiendo información, proveyendo zonas liberadas, proporcionando armas o interviniendo directamente en la organización de robos tipo comando, tráfico de drogas y autos robados, secuestros extorsivos, etc., incluso a veces como parte de “operaciones de prensa” para ganar prestigio desbaratando los ilícitos que ellos mismos generan, o para ganar espacios en sus disputas de poder internas.

CANTIDAD DE CASOS DURANTE LAS DOS GESTIONES KIRCHNER
(Gráfico nº 2, sobre casos 25/5/2003- 30/11/2008)




El gobierno de los Kirchner, en conjunto, lleva más de mil muertos por el gatillo fácil y la tortura en 66 meses de gestión. Desde el 25 de mayo de 2003 a la fecha, el matrimonio presidencial, el ministro Aníbal Fernández, sus fuerzas de seguridad, y los gobiernos provinciales y las fuerzas provinciales, nos han matado un pibe día por medio. Dieciséis por mes. No hay parangón para esa cifra en ninguno de los gobiernos anteriores desde 1983, y la tendencia se mantiene, al punto que hoy, con el Archivo 2008 cerrado al 30 de noviembre, ya son cuatro los casos ocurridos en el corriente mes de diciembre, que serán publicados con la actualización de 2009.
Presagiábamos, al presentar el Archivo 2007 al mismo tiempo que se inauguraba el nuevo gobierno, que habría más represión este año. Doce meses después, los números del archivo y la realidad cotidiana dicen que no nos equivocamos entonces, ni lo hacemos ahora, al augurar mayor represión para el futuro inmediato.
El fuerte crecimiento de la implementación de la política represiva ha contado, además, con un expreso aval público por parte de las más altas cabezas gubernamentales en los últimos tiempos. Fue la presidenta en persona quien, indignada, gritó “No puede ser que la policía detiene, detiene y detiene, y la justicia libera, libera y libera”. Desde el célebre “Hay que meter tiros por la espalda” de Carlos Ruckauf, no recordamos un incentivo más explícito para aplicar el gatillo fácil.
MODALIDADES (Gráfico nº 3, sobre total de casos)


Del estudio de los datos objetivos surge como una de las conclusiones que, como dice CORREPI, “no hay purga que pare el gatillo fácil”, ni se puede atribuir superficialmente la continuidad y profundización represiva a “resabios de la dictadura, a “desbordes individuales” o a “planes de estudio inadecuados con poca formación en DDHH”. Es significativa la cantidad de hechos protagonizados por “nuevos cuadros” de las estructuras que, una y otra vez, han sido reformadas, purgadas, descabezadas, capacitadas y sometidas a cursos y talleres de DDHH, muchas veces dictados por dirigentes de ONGs que apuestan a la posibilidad de la “democratización” del aparato represivo del estado. Los que creen que es posible “democratizar” o “desmantelar” el aparato represivo, sin cambiar al mismo tiempo el estado, son como aquella rana que confió en que el escorpión dejaría de lado su naturaleza, lo subió sobre su lomo, y terminó en el fondo del río.

También es constante, aunque con una incidencia muy menor en el total, el número de hechos que podemos denominar “intrafuerza” o “intrafamiliar”, es decir, episodios en los que víctima y victimario resultan camaradas de una misma fuerza, o parientes. Se comprueba así que los integrantes del aparato represivo del estado utilizan, para dirimir sus conflictos personales, sus “internas” y hasta sus problemas conyugales o familiares, los métodos, herramientas y recursos que el estado pone a su disposición para cumplir su fin institucional.

Pero no sólo con la represión preventiva nos castiga este gobierno. La represión selectiva, dirigida a la misma clase trabajadora cuando ya se ha comenzado a organizar, está también en plena forma. Si Néstor Kirchner terminó su mandato con dos muertos en la protesta social, Luis Cuéllar (2003) y Carlos Fuentealba (2007), su esposa ya tiene el primero de su gestión, Juan Carlos Erazo, el trabajador del ajo asesinado a golpes por la policía mendocina durante una huelga. Presos políticos, represión a cuanta manifestación se produzca (salvo que sean las del “campo” contra el gobierno, o del gobierno contra el “campo”), militarización de ciudades y lugares de trabajo, uso permanente y creciente de patotas sindicales o grupos de choque del PJ, son sólo algunas de sus vertientes.

Por último, es necesario destacar la persistencia, como política de estado, de la sistemática aplicación de tormentos a personas legal o ilegalmente detenidas, que en muchos casos ocasiona la muerte del torturado. Una parte significativa de las muertes en cárceles y comisarías corresponde a torturas seguidas de muerte, pese a lo cual no llegan a una docena las condenas en todo el país por ese delito. Paralela y complementariamente al uso habitual de métodos de tortura como el apaleamiento, el submarino seco (“bolsita”) o la picana eléctrica, el aparato judicial es reacio a calificar hechos obvios de tortura como tales, porque esa figura legal señala con más claridad que ninguna otra la responsabilidad institucional. Jueces y fiscales, así como compiten por quién usa más tipos alternativos (apremios, severidades o vejaciones), todos excarcelables, y que permiten poner rápidamente en la calle a los torturadores, agudizan su inventiva para caratular escandalosamente “homicidio preterintencional en concurso con vejaciones”, o bien “homicidio calificado en concurso con apremios”, clarísimos casos de tormento seguido de muerte. Mucho menos aplican la figura que alcanza a los superiores jerárquicos por la facilitación de la tortura. Nada más claro, para entender esta permanente política judicial en el marco del conjunto de las políticas represivas del estado, que el fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, dictado este año 2007, en el caso del comisario de la PFA René Jesús Derecho. Se juzgaba un hecho puntual de tortura, cometido en 1988 por el funcionario en una comisaría. La Corte decidió que, como “en democracia” la tortura no puede considerarse sistemática, se trataba de un delito individual ajeno a la categoría de crimen estatal. Por ende, tampoco era un delito de lesa humanidad. Con ese razonamiento, resolvieron los cortesanos que la acción penal estaba prescripta, liberando al funcionario de toda responsabilidad penal.

En relación a las muertes en las comisarías, cabe destacar también que la gran mayoría de las personas que luego fallecen, no estaban detenidas por delitos y a disposición de un juez, sino que habían sido víctimas de arrestos policiales para establecer identidad (averiguación de antecedentes) o contravenciones y faltas, probando así que estas facultades de las fuerzas de seguridad para detener personas arbitrariamente son clave para brindar la ocasión para la tortura. El estado hace una defensa irrestricta de las normas que permiten a las policías detener indiscriminadamente “sospechosos”, cuyo perfil siempre coincide con lo que ellos mismos describen como “morocho, joven y de barrios conflictivos”. Esa defensa institucional de las faltas, contravenciones y la averiguación de antecedentes llega al punto de mantener incumplida la sentencia de la Corte Interamericana de DDHH en el Caso Bulacio que ordenó a la Argentina, hace más de cinco años, derogarlas por ser contrarias al Pacto de San José de Costa Rica.
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domingo, 22 de marzo de 2009

24 DE MARZO 14 hs ACTO PLAZA CONGRESO

CORREPI Acto y marcha 24 de marzo 2009


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En dictadura o democracia , diferentes modalidades y expresiones de una única política de estado que encuentra su origen en la necesidad del estado burgués -gobierne quien gobierne- de garantizar la opresión a través del control y el disciplinamiento social.
La plena vigencia de los derechos humanos no es una asignatura pendiente que la democracia no ha sabido o no ha podido resolver. No puede haber otro sistema de libertades dentro del capitalismo, como no puede haber otro mecanismo de distribución de la riqueza.

Los defensores del estado de derecho, de la gobernabilidad democrática, de la legalidad, se horrorizan cuando descubren un pedacito de esta realidad, y se desesperan cuando les decimos que no hay plan alternativo posible, que esto es así, y lo seguirá siendo, mientras vivamos en una sociedad dividida en clases.

No hay otro camino, para el pueblo trabajador, que la organización independiente, y la lucha consecuente.
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lunes, 9 de marzo de 2009

CARCELES Y COMISARIAS: CENTROS LEGALES DE TORTURA



68 seres humanos murieron bajo tutela estatal, tal lo registrado en nuestro Archivo 2008 y 22 en lo que va de 2009. Esta es la política represiva que el gobierno "de los derechos humanos" agudizará en los centros de detención con prácticas de torturas y homicidios contra los pobres:

El video muestra los últimos 10 minutos antes de que José Castro Moya sufriendo triple fractura de cráneo al caer al suelo y rebotar en el piso, inducido por las palabras de un comisario de apellido Vélez, de Ushuahia y del personal de la división servicios especiales, todos cubiertos con pasamontañas.

En el video, mientras estaba aun colgado,José cuenta como el 24 de diciembre, por pedir ver a su familia, lo torturaron y lo encerraron en un congelador. Su madre declaró que el 2 de enero "hizo una presentación en el juzgado" con fotos, pero como suele ocurrir, las notificaciones en el penal se las retacearon para que no avanzara la denuncia.

Estaba detenido hacía mas de 10 años. Cumplía condena en el penal de Ushuahia hasta que fue trasladado a Río Grande, separado de su familia que allí residía.
Como era materialmente imposible que su esposa lo visitara con una hija recién nacida, inició una medida para hablar con el jefe de la unidad y pedir su traslado. Se trepó a un tinglado a más de 10 metros de altura, sin intenciones de suicidarse ya que se había atado a una cuerda, tenía una frazada para cubrirse del frío e incluso había llevado una botella para orinar.


Al minuto 8.15 del video, se ve como mientras le apuntan con una escopeta, le dicen “si quiere tirarse, la red es segura” o con voz de mando, le recomiendan: "tírese tranquilo que la red es segura".

José se suelta y su cuerpo impacta contra el suelo. La red estaba pero a metros de donde cayó.

Semanas mas tarde, fallece luego de estar en terapia intensiva.

Desde la justicia informaron que se ha comenzado una investigación para deslindar o no responsabilidades al personal policial que actuó en la Unidad de Detención Nº 1. La madre de José Castro Moya, responsabilizó directamente al Director del Penal, José Ojeda, como así también al juez García Arpón de la ciudad de Ushuaia.
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