lunes, 19 de abril de 2010

Walter Bulacio a 19 años: 23 de abril en el Obelisco



A todos,
por Walter y Por Todos
, los esperamos, este viernes, 23 de abril, a las 5 de la tarde, en el Obelisco.
Porque la única respuesta que nos debemos, frente a la represión, es la organización y lucha.


La lucha no se apaga. Crece y crece, con cada pibe que canta contra la policía en un recital, una marcha o una cancha de fútbol, con cada familia que no se resigna a que la policía haya fusilado a su hijo y se suma a la militancia antirrepresiva,

Hace 19 años, la noche del 19 de abril de 1991, hubo un recital de rock en el estadio Obras.

Nada demasiado especial: una banda de gran convocatoria, y miles de chicos, la mayoría pibes de barrio, hijos de trabajadores, que iban a disfrutar la música que les gustaba. Un “operativo monstruo” de la federal, con centenares de efectivos de varias comisarías; camiones de traslado, carros de asalto, hidrantes, caballos, motos, perros y grupos especiales antimotines. Una razzia tan previsible, que la policía requisó dos colectivos varias horas antes que llegaran los primeros chicos a Núñez.

Nada demasiado especial, tampoco, en el centenar de detenidos, arreados como ganado, a palo limpio, en patrulleros, colectivos y celulares, hasta la comisaría 35ª.

Pero, al día siguiente, uno de los pibes detenidos salió en ambulancia de la comisaría. Era Walter Bulacio, de 17 años, hijo mayor de un matrimonio de trabajadores de Aldo Bonzi.

Tres hospitales y una semana después, Walter murió. El pibe de Bonzi se convirtió en emblema de la denuncia y pelea contra las detenciones policiales, el gatillo fácil y la tortura. Su nombre empezó a ser referencia ineludible en la organización contra la represión. Y, al calor de aquellas primeras movilizaciones de miles y miles de pibes que gritaban YO SABÍA, YO SABÍA QUE A WALTER LO MATÓ LA POLICÍA , terminó de parirse CORREPI como expresión orgánica de esa lucha.

Han pasado 19 años, pero en las canchas de fútbol, en los recitales, en las marchas contra el gatillo fácil o en los escraches a comisarías, más temprano que tarde, se escucha esa consigna, a veces cambiando el nombre de Walter por otro, a veces generalizando “a los pibes los mató la policía”. Hoy gritan Yo sabía... chicos que no habían nacido o eran bebés cuando mataron a Walter, pero que saben, saben porque no necesitan que nadie les explique cuál es el rol de la policía, porque lo viven en su propio cuero cada día de su vida.


A lo largo de estos 19 años, también, la causa judicial se encargó de mostrar, con enorme claridad, cómo se lleva a la práctica la tarea de garantizar la impunidad de los represores.

Mientras los jueces, siempre cumplidores, sumieron el expediente en un verdadero laberinto, los sucesivos gobiernos nacionales hicieron cada uno lo suyo.

Cuando la denuncia llegó a la Comisión Interamericana de DDHH, el gobierno de Memen negó todo, representado por la actual decana de la facultad de derecho, Mónica Pinto. El gobierno de la Alianza designó a un experto, Daniel Pastor, para defender a su policía ante la Corte Interamericana. Por si se olvidaron Pastor fue elegido por Macri para dirigir el instituto de formación de la policía metropolitana.

El gobierno de Duhalde trató de evitar el juicio internacional, y reconoció por decreto que el estado argentino violó el derecho a la libertad, la integridad física y la vida de Walter, y el derecho a la justicia de su familia. Es que, después del 20 de diciembre y el Puente Pueyrredón, la burguesía argentina necesitaba relegitimar la autoridad de su gobierno.

Pero no aflojamos, y la condena vino igual. Le tocó al gobierno de los Kirchner evadir su cumplimiento. Para mostrar que “hacen algo”, la presidenta Fernández de Kirchner después de 18 años, echó al comisario Espósito de la policía federal. De paso, quiso aprovechar ese gesto tardío e incompleto para lograr la foto con la familia de Walter y con CORREPI, pero la dejamos con las ganas.

Luego, vino el intento absurdo, a través de la secretaría de DDHH (dependiente del mismo ministerio de Justicia, Seguridad y DDHH que la policía federal), de presentarse como querellante contra su propio ex empleado.

Así llegamos al día de hoy, con una nueva maniobra que pretende poner punto final a la causa Bulacio. En la desesperación por mostrarse “derechos y humanos”, quizás antes de fin de año haya juicio oral.


Un juicio que lega tarde y mal, y que denunciamos, desde ahora, como el intento definitivo de consolidar la impunidad. El comisario Miguel Ángel Espósito será el único acusado. Bien acusado está, pero habrá demasiadas sillas vacías. Espósito, como los comisarios que dirigieron la represión del 19 y 20 de diciembre de 2001, como el comandante Chiappe que dirigió el operativo en el Puente de Corrientes, como cada policía que aprieta el gatillo contra un pibe pobre o como cada guardiacárcel que tortura un preso, es sólo el ejecutor.

Ninguno de sus mandantes y defensores enfrentará un tribunal. Tampoco se lo juzgará por la muerte de Walter, ni por las torturas a los restantes 73 detenidos o el apaleamiento a centenares de pibes. El objeto procesal del juicio será, exclusivamente, la detención ilegal. Que no es poco, pero no alcanza. Nunca alcanza la justicia del mismo sistema que reprime por necesidad fundante de la clase que domina.
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