sábado, 29 de agosto de 2009

La Villa 31 al sur de París



En las puertas de la Villa 31, Luis Luque, integrante de la Prefectura Naval Argentina, mató a Mabel Guerra (17) e hirió a su amiga Gianina Lobos, ambas vecinas del barrio, con sendos disparos a quemarropa desde el interior de su vehículo y a escasos metros de un puesto de su propia fuerza.
El criminal uniformado alegó en su descargo que actuó en defensa propia, presumiendo que las dos pibas lo iban a asaltar. Dijo, primero, que ambas portaban réplicas de armas de puño que nadie más vio. Después, su defensor particular cambió la historia. En declaraciones a Radio Mitre, el abogado acusó a los vecinos de la villa (los mismos que, con su inmediata presencia, evitaron que se plantara algún “perro” a las pibas), de “cambiar las armas por un palo”. De paso, vale señalar que el abogado en cuestión, Marcelo Rochetti, tiene viejos vínculos con el peronismo y el macrismo. Amigo y defensor del jefe de la barra brava de Boca, Rafael Di Zeo, colaboró con Menem en la causa por el tráfico de armas a Croacia y Ecuador (integraba el estudio del hijo de Eduardo Menem) y fue nombrado Director de Seguridad de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires por Macri en diciembre de 2007. Se ve que ganan bien los prefectos...
Los vecinos de la villa de Retiro lograron, con su reacción indignada, romper el muro de silencio de los medios. La movilización, la bronca, la pedrada, impidieron que los medios de difusión titularan: “menor delincuente abatida por agente de la ley” o algo parecido para invisibilizar el gatillo fácil .
Un par de días antes, dos policías franceses, a bordo de un patrullero, haciendo uso de una práctica estudiada en sus academias, embistieron a un motociclista hijo de inmigrantes y repartidor de pizzas matándolo instantáneamente. Ambos criminales uniformados alegaron, en su defensa, que presumieron la calidad de delincuente de la víctima al tener que perseguirlo para que se detenga.
Los vecinos de los barrios periféricos y pobres de París también reaccionaron y pusieron el hecho en los titulares de los diarios. La protesta duró varios días, aunque los medios ocuparon muchos renglones para decir que fue un “confuso episodio”. La indignación de los vecinos derivó en una protesta con disturbios que se extendió varios días.
Pobreza, marginalidad, racismo, portación de rostro, son elementos comunes aquí y allá. Presunciones que avalan impunidad (aquí el asalto, allá la fuga), también. Discursos mediáticos para instalar la idea de un hecho confuso y desvirtuar la indignación de los que se reflejan como futuros blancos móviles, son prácticas comunes.
Los pobres, aquí y allá, denuncian el acoso permanente de las fuerzas de seguridad, la persecución y la presencia amenazante en sus barriadas. Lenta y espontáneamente, por ahora, empiezan a decir basta...
La geografía de la crisis internacional va delineando el mapa de la represión, y olvida ciertas exigencias cartográficas. La profundización de la crisis capitalista tiene su correlato en la criminalización de la clase trabajadora en todas partes. El rol del estado, monopolizador “legal” de la violencia, es el producto que mejor cotiza en bolsa. La represión es la respuesta más apropiada que tienen los poderosos para protegerse de la bancarrota.
El incremento de la criminalidad que agitan los que piden más “seguridad” es la consecuencia lógica de una sociedad dividida en clases. La “espiral de violencia” no tiene fin, dicen. No puede tenerla, porque la violencia es de la esencia misma de esas sociedades. La sociedad dividida en clases se nutre de la injusticia, del desequilibrio, de la alienación…y del disciplinamiento y el control social.
El proceso de descomposición económica internacional se profundiza. La pobreza y la magnitud del despliegue represivo, también.
Quienes quieran ver lo que pasó en la villa 31 o en París como simples manifestaciones locales, se equivocan. El capitalismo no distingue por su división política, ni traza sus meridianos en relación a los puntos cardinales. El capitalismo divide entre ricos y pobres.
Pero, desde hace un tiempo, se va quedando sin coordenadas para ocultar que el pueblo se empieza a cansar de los límites, de las fronteras y de las habituales prácticas de sus prefectos, policías, gendarmes, carabinieris, securité, o como sea que llamen a sus desclasados de reglamentaria y uniforme. Todos, aquí y allá, fusiladores de pobres, por orden y cuenta de la burguesía.

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